Hasta los que van más de ser de izquierdas, véase La Sexta (esos rojos republicanos, bolcheviques y radicales filoanarquistas), acaban criticando a los antisistema en sus manifestaciones y corroborando las cifras de asistencia que promulgan las autoridades. Y como lo dicen Buenafuente o Berto Romero y hace gracia, entonces, millones comparten esa visión del mundo. Y aquí nos hallamos, paralizados ante el genocidio capitalista, escandalizados por detalles poco escabrosos (como que el Gobierno de turno hable con ETA) y omitiendo y tolerando por la vía humorística la corrupción política, entre tantas y tantas plagas inhumanas impuestas por humanos que tratan de preservar una religión. Esta religión es a todas luces inviolable en todos los círculos de discurso, dada la perfección de sus dogmas, puesto que siempre existe un oráculo experto en economía que racionaliza acerca de conceptos reservados a unos pocos, cuya complejidad y aburridas matemáticas es sólo la máscara para evitar que el gran público sea consciente de qué es su dinero o si existe en verdad. Yo mismo le manifesté a mi profesor universitario de una carrera económica que el sistema que hoy día nos encierra en esta prisión global tiene muchos puntos en común con una religión. Es la religión de los dioses mercados.
Hay que acallar las ansias especulativas, hay que hacer sacrificios, medidas de austeridad... vamos, ofrendas a los dioses, a la vieja usanza. Lo siguen pagando los de siempre, los que no están en la clase dominante. Y sí, se siguen haciendo sacrificios humanos. Lo son las guerras en nombre de "la libertad" contra el "terrorismo", que por todos es sabido aquí, supongo, que son necesarias para la industria bélica alcance grandes beneficios monetarios y para que ciertas corporaciones propiedad de los terroristas del gobierno de Estados Unidos en la sombra hagan el agosto expoliando los recursos naturales de países donde generalmente los locales no viven, digamos, del todo bien. Para sus dirigentes se aplica esta máxima: amigos inseparables hoy, tiranos mañana. En realidad, hablar del capitalismo como una religión, no deja de ser exactamente lo mismo que hablar de cualquier culto y no es ninguna analogía hecha en broma para ridiculizar la fraudulencia del sistema. Son ritos diferentes, porque es una religión diferente. Sin embargo me parece más decente el cristianismo, pero el cristianismo de ciertos libros de la Biblia, por su moral. Otro día ya hablaremos de la banca vaticana, si queréis y sus negocios sucios fascistas. Aunque hay que ser muy cautelosos con estos temas, debido a la controversia que genera tratarlos a la ligera, ya que a la mínima salta gente de izquierdas que no tiene ni idea de a qué me refiero en concreto. Aquí hay para todos: ese es un tabú de la izquierda que debemos superar. Yo quería decir que me parece más decente en algunos aspectos, aunque secta y religión no dejan de ser lo mismo y he de recordar a todas aquellas personas que todavía no lo sepan, que todas las religiones comienzas siendo sectas, porque al principio, el número de creyentes siempre es muy reducido.
El capitalismo parece algo así como una religión/secta satánica, debido a su componente de sadismo y de destrucción inherente. Es un pack muy interesante del que pocos se acuerdan, porque he de decir que no sólo destruye el medio ambiente, no sólo destruye a las personas físicamente acabando con sus vidas o no permitiendo que sus cuerpos se compongan de materia suficiente para estar mínimamente sanos, véase el caso de tantos niños sufriendo hambrunas galopantes y los casos de canibalismo contemporáneo o el drama del agua en África. No sólo es eso, también destruye los sueños y esperanzas de generaciones enteras, que ven mermadas las ansias de ser algún día realmente felices, pues el futuro que les auguran es negro. Es más negro que un agujero negro, que paradójicamente a veces brilla y no es totalmente negro, justo como la luz al fin del túnel en la crisis del que tanto hablan en los medios de comunicación convencionales, como si eso paliase algo la situación en la que nos encontramos con una juventud con unos niveles de paro alarmante, que no tiene esperanzas de salir de casa de los padres hasta los treinta y muchos. Lo peor de todo es que lo asumimos todo desde la vía humorística de nuevo y es como si de alguna forma estuviésemos culpando a toda esa generación de las atrocidades que se estaban preparando mientras ellos eran niños. Los caminos ya estaban trazados.
Buena prueba de esto mismo de lo que hablo es precisamente que mucha gente, y entre este tupido grupo se puede incluir a muchos de los llamados "intelectuales", que no dejan de ser los más "izquierdosos de centro izquierda" dentro de lo políticamente considerado aceptable por la corporatocracia fascista esclavista para que actúen como el extremo radical. «Es que los extremos no son buenos», sacan muchos en conclusión. No, ya veo, ya. Para nada son buenos, si esa visión de la izquierda es la única posibilidad a la que podemos aspirar.
Sin duda, el fascismo es una enfermedad mental, propia de mentes enfermas que viven en un mundo de vergüenza, creencias limitantes y que no tiene suficiente sexo y/o de calidad, por lo que culpa al mundo de algo que no puede tratar porque es tabú. Para romper tabúes ya están las feministas que entran a enseñar las tetas en la capilla. Es tabú en primera esencia que estos fascistas reconozcan sus problemas y pidan ayuda. Ya no hablar de los fascistas gays, que eso es la cosa más enrevesada que puede existir, algo así como un obrero de extrema derecha, aunque desgraciadamente ya es algo tan tristemente común que es mejor llorar. Entonces estos proto-fascistas de ambas aceras se refugian en grupúsculos de friquis abandonados a la buena de dios, que son el caldo de cultivo de crispación social contra trabajadores extranjeros, por poner un ejemplo.
Ellos tratan de echar la culpa de los problemas individuales de sus vidas a los demás. Sólo les hace falta que el sujeto o colectivo en cuestión que se pueda catalogar como "diferente" para colgarle todos los sambenitos posibles y más de los que humanamente existen, en ese acto repugnante que protagoniza la ultraderecha a la hora de crear absurdas conspiraciones, que a menudo son más aceptadas por la gran parte de la población, debido a que ellos tienen en su poder medios de comunicación a través de los cuales pueden esparcir impunemente toda esa serie de falacias fundamentadas en medias verdades que acaban enrevesando para proclamarse dueños y señores de la verdad. Oiga, si yo me equivoco, en mi caso, estaré encantado de reconocerlo, si hace falta, públicamente, porque el hecho de apercibirse de haber estado errado debiera ser celebrado y no asociarlo al fracaso, porque de hecho es el mayor triunfo al que puede aspirar cualquier ser humano. Pero los mainstream media siguen en su empeño de querer hacernos razonar que somos todos malos, competitivos por naturaleza y que venderíamos nuestro alma por dinero si tuviésemos la posibilidad. Y mientras tanto en Intereconomía culpan a los contemporáneos humanistas de actos que ellos no cometieron. Además de eso, meten a todos en el mismo saco, porque son tan ignorantes (o pretenden serlo) que no hacen diferencias entre todas las facciones de la izquierda. Quizás gracias a que se lo planteen de esta forma nos pudiesen estar haciendo un flaco favor sin darse cuenta. Si es que los extremos no son buenos.
¿Quién se cree ya las verdades oficiales? Precisamente por eso, ya que las verdades oficiales son un enredamonas, la gente, a la hora de encender el televisor para ver informativos (los pocos que pueden presumir de que les guste enterarse de lo que sucede en el mundo), como ahora que les cerraron el CNN+ sólo tienen las rancias charlas del Canal 24H de TVE y ¡cómo no! «Intereconomía, la televisión más libre» reza uno de sus eslóganes. ¿A qué se van a agarrar pues? Es mucho más sencillo encender la televisión y aunque sea, adoptar cara de lechuza debido a la negatividad con la que aborda esta gente tan frustrada nuestra existencia bajo los ojos de su dios el Becerro de Oro, con tal de oír algún suceso interesante con el que ponerse de peor humor, porque leer es una actividad relacionada con los libros, cosa que la generación de la televisión aborrece. Es que carecemos de una televisión de izquierdas que pueda al menos contrastar con la visión del mundo que nos vende el neoliberalismo totalitario.
Una anécdota mía es que hace poco tiempo había visto en una red social española el estado actualizado de un amigo, al que le tengo cariño igualmente, que diría traducido algo así como «¡Joder, ya no tengo coche para el rally y aún encima este año estoy sin curro y sin novia! ¡¡¡¡Puto ZP, dimisión!!!!». Como digo yo, Zetapedo tiene la culpa de todos los problemas, hasta de las tormentas. Mientras podamos tenerle como cabeza de turco sobre la que verter todas las acusaciones acerca de la crisis, entonces estaremos tranquilos y podremos seguir saliendo los fines de semana a emborracharnos y a hacer botellones para olvidar la desgracia que se cierne sobre nuestras insignificantes existencias a ojos de la élite terrorista de banqueros esclavistas. Ahora actuaré un poco de abogado del diablo: seguramente Zapatero en sus inicios sería un joven republicano y socialista, de ideales nobles, pero cuando llegó al poder le cantaron las cuarenta y fue bien advertido por los mensajeros de los banqueros terroristas de cuáles serían las consecuencias para él y para su familia si se le ocurriese acometer todas aquellas reformas que habría pensado en su juventud. Sea como sea, se ha convertido en un monstruo que sólo contenta a Emilio Botín, a la criminal SGAE, a la hipócrita y ladrona DGT y demás corporaciones que están manos privadas, las cuales nos chupan la sangre como sanguijuelas sedientas salidas de ver Crepúsculo.
Es asqueroso observar con ojo caritativo hipócritamente cómo hay gente que se afilia al PSOE e intentan comulgar con línea política, intentando comprenderla y tacharla de víctima de las temeridades del PP cómo la única justificación válida para salvarse de caer bajo la guillotina del pueblo que ya no quiere a su Rey, pues no merece ningún tipo de contemplación. Cuando hablo de Rey, no me refiero exclusivamente al monarca sino a todas las instituciones del Estado al completo. No querríamos una república con un Sarkozy a la cabeza o con un resultado parecido al de Finlandia en las recientes elecciones donde la extrema derecha subió tanto en un país aparentemente tan culto y desde fuera, aparente y socialmente avanzado. Pero ese es ya otro debate. Lo más simple es decir que en realidad no existe una verdadera democracia y que nunca ha existido, que el capitalismo es un fracaso y que no hay mal que mil años dure. Las vidas de la élite opresora, espero no pasen de los 90 años, pues se postergan en dinastías y clanes, pero mientras seguimos quejándonos sólo y apagando las penas con Prozac, alcohol, drogas blandas o drogas de síntesis estaremos condenados. Mientras les demos tiempo para perfeccionar el control mental, ya sea mediante el control del suministro de desinformación o mediante el control mental físico por microondas estaremos condenados. Imagínense ustedes que dentro de unos pocos años, la policía reprime las manifestaciones en España ya no con gases lacrimógenos ni pelotas de goma, si no con microondas. Sería muy difícil organizar una revolución mundial en esas circunstancias. Lo que necesitamos hacer, la hoja de ruta para acabar con este sistema es primero informar al mundo que su principal problema es el dinero y su acumulación.